Para prevenir el cáncer de vejiga, cambia tus hábitos (y bebe agua del grifo)
La causa más clara de este tumor es el tabaco. La asociación entre el consumo de agua del grifo y el cáncer de vejiga, analizada en un estudio reciente, no es un problema de salud real.
No te preocupes del agua del grifo, y sí de tu dieta y de tus hábitos de salud. Es la conclusión a la que podemos llegar después de que una reciente investigación nos haya metido el miedo en el cuerpo al asociar el cáncer de vejiga con el consumo de agua del grifo. Porque, si analizamos la letra pequeña de este trabajo, podemos ver que la alerta es infundada; de hecho, como señalan los propios autores del estudio en declaraciones al periódico El Mundo, “el agua del grifo es potable y se puede beber”. ¿Cómo casa todo esto con el cáncer de vejiga? Tal y como explica el doctor Puente, “estos autores han correlacionado cuántos de los casos de cáncer urotelial que se diagnostican cada año podrían, potencialmente, ser atribuibles a estas sustancias químicas del agua en función de la concentración que han encontrado en las aguas analizadas. Es un estudio interesante, pero también un poco atrevido, pues asumen que son esas sustancias las que van a condicionar los casos de cáncer, cuando es algo que no se sabe con certeza. Puede haber otros factores, desde los antecedentes familiares a la dieta, que también hayan intervenido”.
En este sentido, conviene que nos interesemos por cuáles son las causas principales de este tipo de cáncer, uno de los más frecuentes que existen en el mundo, fundamentalmente en los países más desarrollados. “La causa más clara es el tabaquismo —señala el doctor Puente—. El de vejiga, junto con los de pulmón, cabeza y cuello, es uno de los tumores en los que se ve con mayor claridad la relación entre consumo de tabaco y desarrollo del cáncer”. Según la American Cancer Society, “el hábito de fumar causa alrededor de la mitad de todos los cánceres de vejiga; la probabilidad de que los fumadores desarrollen un cáncer de vejiga es al menos el triple de la que tienen los no fumadores”.
Otros factores de riesgo son la edad —es infrecuente por debajo de los 50 años—, el sexo —es mucho más habitual en varones que en mujeres—, determinadas infecciones crónicas y la exposición a sustancias químicas: tintes, cauchos, pinturas…